domingo, 25 de mayo de 2008

Cantaré por siempre el amor del Señor anunciaré tu lealtad


Mi nombre es Renato Luis Suárez Solar, tengo 29 años y en la familia soy el menor, de seis hermanos. Pertenezco a la Parroquia Sagrada Familia de los Ángeles. Actualmente en el Seminario estoy en el cuarto año, que corresponde a primero de teología.
Mis padres son: Domingo Suárez (fallecido el año 2003) y Carmela Solar. Mis hermanos: Guillermo, Juan (fallecido el año 1998), Jorge, María y Raúl.
Toda mi familia es campesina y en este momento mi madre y mi hermana están en el Sector el Pino, Fundo Santa Emilia camino al Peral.
En mi niñez siempre me llamaban la atención las enseñanzas que me daba en especial mi madre sobre la existencia de Dios creador del mundo, o cómo actuaba en la historia del hombre. También otra cosa que me llamaba la atención de mis padres era la forma de pedir a Dios y a los santos, a través de la oración, la ayuda necesaria para la vida, todo eso me llamaba la curiosidad de conocer más a Dios. Más tarde gracias a Dios un hermano compró una Biblia para niños y yo la leí esto me afianzo más la fe en Dios. Después, en la adolescencia y en el trascurso de los años al conocer más a Dios y a la Santísima Virgen María me nació el deseo de ver al Señor y lo buscaba entre las nubes de los días de agosto.
En mi adolescencia me alejé más de Dios, en ese tiempo trataba de buscar mi felicidad en las cosas del mundo: en los juegos de pelotas, en las fiestas de cumpleaños, casamientos, salir con mis amigos, etc., todo eso lo encontraba sin sentido en la vida y hasta llegué a pololear con una niña, pero gracias a Dios, en ese momento ya había vuelto a mi Parroquia en especial a la capilla Nuestra Señora de los Ángeles ayudando en el coro y preparándome para la confirmación. En ese momento de mi vida no era completamente feliz pololeando, algo me faltaba para serlo; después de un tiempo terminé con la niña y me integré en la Parroquia participando más comprometidamente en las misiones, grupo juvenil, etc. En este momento de mi vida el amor de Dios fue creciendo a través las diversas actividades que realizaba en la Parroquia y me di cuenta de que mi felicidad plena estaba en Dios, y es que experimenté el gran amor de Jesucristo hacia mí( Santa Teresa de Lisieux. “Comprendí que el amor reforzaba todas las vocaciones, que el amor lo era todo. Mi única Paz, mi sólo Bien, mi sólo Amor eres Tú Señor”). Miraba las cosas que existen en el mundo y al compararlas con Cristo, era mil veces más feliz con Él; que con las cosas que ofrecía el mundo. En ese momento no sólo me aumentó el deseo de ver a Dios sino que nació en mí el deseo de vivir junto a Jesucristo; eso que experimentaba era tan grande que decidí entregar mi vida a Cristo y lo pensé bien y, me dije, anunciaré ese amor (felicidad, paz y gozo) impensable que experimenté en Cristo. Esto se puede entender de mejor forma con este ejemplo: un Hombre que encontró un gran tesoro en su vida y que quiere que otros la conozcan igual que él; y esto, me dije, lo puedo hacer posible siendo sacerdote.
Llegar al seminario lo veía imposible, por que yo no había terminado la enseñanza media, puesto que dejé de estudiar para trabajar en el campo. Pero gracias a Dios, en la Parroquia hubo muchas personas que me ayudaron, en especial el P. Héctor Inostroza que me llevó a vivir en la Parroquia para terminar los estudios y también gracias a la ayuda de mi párroco el P. Francisco Stegmeier. Estuve viviendo cinco años en la Parroquia y en ese tiempo hubo muchas personas que me decían que yo podría ser sacerdote, pero también otros me decían que era demasiado rezar o realizar cualquier actividad relacionado con la Parroquia. Otras veces cuando estaba en el templo me llegaba la tentación de pensar ¡qué estoy haciendo en este lugar, en vez de estar divirtiéndome en las cosas de este mundo! O a veces cuando iba a la Parroquia me detenía a pensar ¡qué seria mejor salir a otro lugar a divertirme! Pero al final en esos momentos me atraían más las cosas de Dios. Después, cuando fuí aceptado el ingresar al Seminario Mayor de Concepción, tuve otro problema; a mis padres y un hermano no les agradaron este camino que quería seguir, ellos lo tomaron como perder un hijo, pero con la gracia de Dios, salí adelante.
Reflexionando sobre esta gran misericordia de Dios, de llamarme a este servicio de amor, de amar como Dios me ama, concluyo que es un camino hermoso seguir el camino de Cristo. El ser de ayuda a tantas personas necesitadas de Dios y saciar de las misericordias infinitas de Cristo (unción de los enfermos, confesión, Santa Misa) es un servicio que me da una alegría inmensa porque uno no sólo los ve con la gracia de la paz y alegría sino que es también parte de esa experiencia misericordiosa de Dios Padre, que nos dejo por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo.